Probablemente ya hayas experimentado lo que es quedarse embobado frente a YouTube o TikTok viendo un vídeo tras otro al seguir las golosas sugerencias que un algoritmo inteligente te estaba presentando. También es probable que al rato te hayas despertado del continuo de imágenes de la pantalla para descubrir con cierto sobrecogimiento cómo han volado las horas y cómo de bien te conoce el algoritmo. Y es que estos algoritmos pueden llegar a conocerte casi mejor que tus amigos, pareja o padres [1]. Es entonces cuando al pensar en la IA nos pueden surgir dudas acerca de nuestra privacidad, si es socialmente responsable o no desarrollar sistemas que sustituyan trabajos realizados por humanos o incluso preocuparnos sobre la supervivencia del ser humano como especie. Todos estos aspectos son ya objeto de discusión o al menos somos conscientes de su existencia.