Cuando el poeta aún podía cantar, cogió su guitarra y cantó: ‘… cuando el mundo los pone delante, cual ladrón y amante, el que se adelante se pierde primero…’ Y todas las almas que lo escucharon, echaron la vista atrás y se acordaron de aquéllas, de todas, de las más delicadas danzas.


Querido Diario:


Me siento perdido. Perdido en un mundo que no entiendo; que no sigue ninguna regla. No encuentro ninguna ley que me permita predecir su comportamiento. No consigo dar con un patrón que ajuste los datos. ¿Cómo puede ser así? ¿Dónde está mi querido causa-efecto? ¿Cómo se supone que tengo que saber qué hacer?

Veo a la gente a mi alrededor actuar como si supieran lo que hacen, como si todo el mundo entendiera las consecuencias de cada una de sus acciones, como si supieran la emoción que despierta cada una de sus palabras. Todo para los demás parece transparente. Y yo, cuando me miro a mí mismo, me veo indefenso, sin ningún arma ni recurso para conseguir lo que quiero: enamorarla.

La veo de lejos y de repente cada paso es un mundo, no sé dónde va el otro pie. Debo estar caminando demasiado erguido, ¿o es que voy muy encorvado? ¿A dónde miro? ¿Qué le digo? ¿De verdad pegaba esta camiseta con los cordones de estos zapatos? Mi mente se vuelve un sistema caótico en el que cada pensamiento viaja a una velocidad vertiginosa; mi pulso se acelera y mis ojos escanean mis alrededores como si estuviera rodeado de lobos hambrientos. Busco con ansia algún patrón que haya podido recoger a partir de todas mis interacciones sociales durante todos estos años para poder inferir qué paso es el paso correcto, pero no encuentro nada, solo dudas y más dudas. Me consumen las dudas. Ella se acerca y reina el caos. ¿Qué se supone que debo hacer? Tiro todo por la ventana y decido salir del paso, tratar de no hacer nada extraño. Desaparecer.

Sin tratar de pensar en ello trato de zambullirme en los libros, emborracharme de ecuaciones y tratar de que el goce de navegar en un mundo lógico y ordenado recorra cada rincón de mi cuerpo y que borre esa sensación tan extraña cada vez que me encuentro con ella por cuestiones del azar. Qué placer más grande cuando encontramos una relación entre magnitudes dotadas a la naturaleza y ver que se comporta efectivamente como predice dicha relación. Es el goce de los dioses. Gracias a eso somos capaces de avanzar, de aprovechar el universo a nuestro favor, y de progresar; de ser más felices; de vivir mejor.

El universo se comporta bien. Hay unas leyes bien definidas, que todo aquello que vive en él las sigue. Y, sin embargo, ahí también estamos los humanos. ¿Dónde están esas leyes efectivas para nosotros? La psicología nos da pistas, tendencias cualitativas, ¿y lo cuantitativo? ¿Dónde está?

¿Por qué, a veces, una misma actitud mía hace que ella se muestre afable conmigo, y otras me responda de la forma más fría y cortante posible?

Me siento en un duelo constante. Cada encuentro se convierte en un juego de lo sutil, de lo enmascarado. No puedo mostrarme totalmente ajeno a ella, pues sino no existiría nada que pudiera inducirle alguna gana de pasar tiempo conmigo; pero tampoco puedo mostrarle mis entrañas más profundas y mis sentimientos más sinceros, o se alejaría para siempre de mí. ¿Por qué no puedo decir lo que siento? La naturaleza no se comporta así. Ella es y así se muestra. ¿Por qué no puedo hacer yo eso con esta mujer?

Supongo que ya he enloquecido, Querido Diario. ¿En qué momento me importa esto más que tratar de entender por qué las partículas pueden describirse como representaciones irreducibles unitarias del grupo de Poincaré en un espacio de Minkowski cuadridimensional? Lo que realmente quiero es entender el mundo, no quiero enamorar a nadie. No tengo por qué esmerarme tanto en esta batalla perdida antes incluso de empezarla. El amor pa quien lo quiera, yo me quedo en la física.

No estoy para perder el tiempo bailando danzas que no tienen fin, dando vueltas sobre una baldosa sin que exista ningún campo cuántico intercambiando partículas mediadoras entre la causa del baile y yo, bailando una música que solo escucho yo, sin poder mostrarle a ella todos mis pasos cuando realmente quiero. ¿Qué es esto de la danza del cortejo? Con la belleza que hay en dos agujeros negros rotando uno alrededor del otro, emitiendo ondas que deforman el espacio tiempo dos veces por cada órbita completa, danzando de una forma lógica y predecible; racional. No entiendo por qué con ella todo es diferente.

Yo no sé bailar esta danza. No quiero escuchar esta música. Esto no es lo mío. Yo… me voy a dormir.


Atte.


Un Friki


¡Ah! Me levanto tras horas dando vueltas en mi cama, incapaz de conciliar el sueño. ¿De qué me serviría entender el mundo si mi mundo se queda vacío? Esta maldita danza, aun siendo incomprensible para mí, tengo que bailarla. Y si pierdo en ella, perderé; al igual que cada uno de los agujeros negros que orbitan entre sí se deforman el uno al otro con las impresionantes fuerzas de marea que producen, hasta terminar por destrozarse ambos a sí mismos para formar uno aún más grande.

Me mueve algo inexplicable. No sé describir esto. Quizá sea curiosidad, quizá la embriaguez del enamoramiento. Lo que sí sé es que, si trato de renegar esto, no voy a poder concentrarme ni para leer Historia del Tiempo de Stephen Hawking; y eso es algo imperdonable.

Mañana empieza la feria de navidad de mi ciudad, y entre otras atracciones, habrá una noria gigante desde donde se podrá ver toda la urbe iluminada…

Lo tengo decidido: la invitaré a dar un paseo en noria conmigo.

Que pase lo que tenga que pasar.


Atte.


Un Friki


Continuará...